Hace ya veintiún años que siete amigos decidimos acompañar a los Pirineos del Cantábrico al Mediterráneo en bicicleta. Entonces lo hicimos por la vertiente Sur de las montañas. Años más tarde, otros cuatro amigos recorrimos en sentido inverso la cordillera en bicicleta de montaña. En esta ocasión, acompañado de mi sobrino Iñaki recorreremos los Pirineos por la vertiente Norte. Desde la localidad costera de Hendaya enlazaremos valles y collados hasta el bonito pueblo de Collioure, en el Mediterráneo.


    Comenzamos la travesía con cielo azul y altas temperaturas. Algo lógico en el mes de agosto, pero no en la zona de Iparralde. Los treinta grados de temperatura y las primeras cuestas de la ruta sirven para ir calentando las piernas para lo que se avecina.
    Las siguientes jornadas "disfrutaremos" ya, del una meteorología más acorde a esta parte del Pirineo.



    Después de una dura jornada de pedaleo, llegamos al pueblo de Escot, a los pies del Marie-Blanque. El lugar no cuenta con ningún tipo de alojamiento, o lugar donde avituallarse, por lo que no tenemos más remedio que resguardarnos de persistente txirimiri y cocinar lo poco que llevamos en las alforjas.

    Tras esperar hasta medio día a que amaine la  llovizna, nos disponemos a ascender este corto pero duro puerto pirenaico.
    Hace más de treinta años que lo subí por primera vez y siempre lo he recordado como el puerto más duro que he ascendido. Entonces con desarrollos de carretera y una mochila atada a la parrilla me retorcía en los exigentes porcentajes de su parte final. Ahora, a pesar de duplicar la carga y triplicar la edad, los desarrollos de montaña me permiten sufrir menos que en aquella ocasión.


    Nos juntamos con algunos ciclistas que cruzan también los pirineos a golpe de pedal. Pero parece que no es la única opción de viaje...


    Nos sentimos diminutos ante estos impresionantes colosos pirenaicos...



    En el pueblo-balneario de Eaux-Bonnes, encontramos el mismo problema de alojamiento que la jornada anterior. Al menos localizamos un lugar protegido donde guarecernos.


    A pesar de esperar a que pare la lluvia, ésta unida a la niebla, nos impedirá disfrutar de una de las zonas más bellas del recorrido. Mojados y con el frío metido en el descenso arribamos al valle de Argeles-Gazost. Una reparadora ducha caliente y olvidar penas, que la méteo anuncia mejoría.



    La previsión meteorológica anunciaba nubes y claros, pero las primeras ganan la partida a los segundos y aunque sin mojarnos afrontamos, con temperaturas frescas el paso del mítico Tourmalet y el col d´Aspin.





    Por suerte, la siguiente jornada amanece con cielos despejados donde luce un esplendido solazo. Animados ,nos venimos arriba y acabamos la jornada enlazando el llevadero Peryresourde, el durísimo col de Mente y la puntilla, el Portet  d´Aspet.






    A partir de la localidad de Massat entramos en terreno desconocido, pues esta zona del Pirineo apenas la hemos pisado. Por delante un montón de posibilidades y rutas a seguir. Por suerte en el camping de Massat conocemos a otro apasionado de los viajes y de la bicicleta, Juan Carlos Txintxorreta. Además de disfrutar de una amena conversación, nos aconseja sobre la ruta y los puertos que tenemos por delante.



    Nos despedimos de Txintxorreta en el col de Port y seguimos sus sabios consejos. Carreteras secundarias (lejos del denso tráfico que transcurre por el fondo del valle) y varios puertos encadenados nos conducen hasta las expendidas vista que ofrece el camping de Sorgeat.






    Con la fresca de las primeras horas del día ascendemos al último puerto de la ruta que supera los dos mil metros de altura, el col de Pailheres. Un autentico desconocido para nosotros, pero no para cantidad de cicloturistas que lo ascienden por la vertiente opuesta. Desde su cima, impresionantes  vistas y un espectacular descenso que tenemos por delante.





     Pero la jornada no acaba aquí y al col de Paiheres, le acompañarán sus hermanos Moulis, Garavel y Jau. En este último coincidimos con esta familia viajera que andan pelaleando también el pirineo.



    Desde el collado de Jau disfrutamos de las vista del macizo del Canigó, a los pies del cual trascurrirá parte de la última etapa.

    Casi podemos ver el mar y pensamos que la ruta ya está finiquitada, por lo que cuando vemos los dieciocho kilómetros de ascensión que tenemos por delante en el primer col de la jornada nos duelen las piernas sólo de pensarlo.

    Con paciencia, ascenderemos éste y los otros tres pequeños puertos que tenemos por delante para llegar al Mediterráneo.



    Y tras 10 jornadas de pedaleo, 760 kilómetros, 26 puertos de montaña y más de 15000 metros de desnivel positivo, llegamos al Mediterráneo.